Carlos II y la endogamia de los Austrias
Carlos II, conocido como
el Rey
Hechizado, murió el 1 de
noviembre de 1700. Era el último miembro de una dinastía que reinó en España
desde comienzos del s. XVI y el fruto de una familia que, al haber practicado
una política matrimonial endogámica, había ido deteriorándose generación tras
generación.
Si nos remontamos un poco en el
tiempo, Carlos I se casó con su prima Isabel de Portugal y fruto de esa
relación nació Felipe II quien casó en cuartas nupcias con su sobrina Ana de
Austria, quien engendró a Felipe III que casó con su prima Margarita de
Austria-Estiria. De este matrimonio nació Felipe IV quien casó con su sobrina
Mariana de Austria. Si observamos con detenimiento el árbol genealógico
observamos que Carlos II, hijo de Felipe IV y Mariana de Austria, llevaba la
misma sangre por parte de sus abuelos paternos que de los maternos.
Carlos de niño |
Durante su infancia tuvo
importantes problemas de aprendizaje. A los tres años todavía no se le habían
cerrado los huesos del cráneo y no se mantenía de pie, hasta los seis años no
pudo andar y aun a los nueve años lo hacía con dificultad.
Tuvo infecciones bronquiales, dentales, sarampión y
varicela a los seis años, rubéola a los diez años y viruela a los once. Además,
sufría diarreas consecutivas debido al prognatismo familiar que le hacía
masticar mal, a su glotonería y a las prescripciones médicas de la época. Tenía
adicción al chocolate. Sufrió crisis epilépticas que se acentuaron al final de
su vida.
A la debilidad física y corporal,
se le unía el escaso desarrollo intelectual. A los nueve años hablaba con
dificultad y no sabía leer ni escribir. A pesar de tener los mejores maestros
de la época, la exigencia fue mínima. Carente de voluntad propia, a lo que
colaboró el autoritarismo de su madre, estuvo siempre a merced de sus próximos,
aunque sus accesos de ira eran frecuentes.
María Luisa de Orleans |
María Luisa no fue querida por el
pueblo, por ser francesa pero sobre todo por no dar un heredero al rey. Esta fue
la mayor inquietud en la corte. En un principio se llegó a creer que la Marquesa
de Soissons, famosa por ser la envenenadora de la corte francesa, le había
lanzado algún hechizo a Carlos para que no pudiese engendrar. Sin embargo,
influido por su madre, un astrólogo de Bohemia le dijo que la causa de la esterilidad
se debía a que no se había despedido de su padre en el lecho de muerte. Así las
cosas, Carlos II se dirigió al monasterio de El Escorial y mandó desenterrar el
cuerpo de su padre. En vista de que esto tampoco acabó con el problema, se
recurrió después a todo tipo de fórmulas para lograr el embarazo, lo que
ocasionó frecuentes problemas intestinales a la reina y vivió los últimos años
de su vida pensando que la querían envenenar. Murió en 1689 de una apendicitis
con peritonitis, tratada con aplicaciones en el vientre de rebanadas de
molletes empapadas en vino de Lucena.
A los diez días de la defunción,
el Consejo de Estado le propuso al rey un nuevo matrimonio y la elegida fue
Mariana de Neoburgo por el alto nivel de fertilidad de su familia, pues su madre
había engendrado a veintitrés hijos.
Mariana de Neoburgo |
En los últimos años de su vida
los problemas médicos se agudizaron llevando a un envejecimiento galopante. En la
corte lo que más preocupaba continuaba siendo la falta de descendencia del rey,
pues la reina Mariana tampoco le daba hijos. A falta de una explicación médica,
se atribuyó a un hechizo que pesaba sobre el monarca. Este hecho le influyó
hasta tal punto que en 1698, a través de su confesor, el padre Froilán Díaz,
solicitó permiso al Inquisidor General para iniciar un proceso de exorcismo. El
confesor sabía que en Caldas de Tineo (Asturias) había un capellán, Fray Antonio
Álvarez, que tenía poderes exorcistas. El resultado fue que Satanás dijo que el
rey estaba hechizado y “que el hechizo se
lo habían dado en una taza de chocolate el 3 de abril de 1675 en la que habían
disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno, entrañas para
quitarle la salud y riñones para corromperle el semen e impedir la generación y
que la causante fue la reina viuda doña Mariana para seguir gobernando”. Ante
esto Fray Antonio propuso como remedio que el monarca tomase un cuartillo de
aceite en ayunas con la bendición de exorcismos.
Su estado clínico, agravado con
las pócimas que le suministraban, fue empeorando. En marzo de 1698 el embajador
francés, marqués d’Harcourt, escribía a Luis XIV: “es tan grande su debilidad que no puede permanecer más de una o dos
horas fuera de la cama”, “cuando sube o baja de la carroza siempre hay que
ayudarle”, “tiene hinchados los pies, piernas, vientre, cara y a veces hasta la
lengua, de tal manera que no puede hablar”. Edemas, fatiga, ataques
epilépticos, accesos febriles, etc., hasta que el 1 de noviembre de 1700, a
punto de cumplir 39 años, falleció.
A los reyes no se les practicaba
la autopsia, pero con Carlos hicieron una excepción debido a su hechizamiento. En
ella apareció que tenía el corazón del tamaño de un grano de pimienta, los
pulmones corroídos, los intestinos putrefactos, un solo testículo negro como el
carbón y la cabeza llena de agua.
Carlos padeció toda su vida
debido a la consanguinidad, lo que le causó diversas enfermedades. Pero
sobretodo, Carlos fue víctima del poder y de la corte que le apoyaba y que hizo
todo tipo de barbaridades para que los Austrias siguiesen reinando en España,
cosa que probablemente hubiese ocurrido si hubiesen emparentado con otras
familias que no fuese la suya propia.
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