Las Brujas de Zugarramurdi: el mayor proceso inquisitorial de la historia
Aprovechando que la semana pasada estuve de vacaciones en Navarra, fui a visitar las famosas cuevas de Zugarramurdi y tuve la oportunidad de conocer la pintoresca historia de este pueblo.
Antes de empezar con la historia del pueblo nos pondremos en antecedentes. Hasta 1530 el Reino de Navarra había sido independiente del reino de Castilla. En estas zonas se desconocía la lengua castellana, solamente se hablaba euskera. Y no sólo eso, sino que además, el País Vasco, Navarra y País Vasco francés fue una de las zonas del occidente europeo donde más tardó en calar el cristianismo.
Zugarramurdi era un poblado de caseríos que bordeaban el monasterio de San Salvador antes de adquirir jurisdicción civil. En 1667 fue declarada Villa consiguiendo así su independencia respecto al monasterio.
A inicios del siglo XVII el modo de vida en Zugarramurdi estaba ligado a la tierra, por eso, la sabiduría y las costumbres eran paganas. En vez de a Cristo, rendían culto a la madre tierra y a las fuerzas de la naturaleza. Aquellos que practicaban estos cultos se les denominaba sorgin, palabra que ha perdido su etimología y en la actualidad significa brujo/a.
Pero, de donde viene la palabra sorginak?
Hay dos versiones sobre el origen de la palabra sorgin. La primera, sortze-egin, que significa hacer nacer. La otra, zorte-egin, que da suerte o zoriaren-egile, que predice el destino.
En cualquier caso, la historia de las brujas de Zugarramurdi no es más que la imposición del cristianismo sobre el paganismo a costa de derramar sangre. Como empezó todo?
La brujería vasca tiene sus inicios en la Edad Media. Según los católicos, la brujería estaba asociada con el paganismo. En 1466 ya hay constancia de una delegación guipuzcoana que se personó ante el rey de Castilla Enrique IV para pedirle que autorizase a los alcaldes para que pudiesen sentenciar y ejecutar sin posibilidad de apelación en casos de brujería, alegando que las brujas estaban causando grandes daños y prejuicios en la provincia.
Hubo otros casos más en los siglos siguientes, aunque el verdaderamente transcendental fue el proceso inquisitorial que tuvo lugar en Zugarramurdi. En 1608, la persecución de la brujería había llegado a Lapurdi (país vasco francés) y muchos de los acusados pasaron la frontera en dirección a Navarra. Una de ellas, María de Ximildegi (zugarramurdiarra de nacimiento) reveló a sus vecinos que en Francia se convertía en bruja y volaba con la ayuda del diablo. Les contó sus sueños, visiones y afirmó haber participado en aquelarres junto a otros habitantes del pueblo, entre ellos, María de Jureteguía.
[Akelarre en euskera: Aker (macho cabrío) y larre (prado)]
En un principio ésta negó los hechos, pero acabó por confesar que pertenecía a una estirpe familiar de brujas. Además de ello, señaló a otras personas del pueblo que también practicaban la brujería. Este hecho no tuvo mucha importancia en el pueblo porque el párroco de Zugarramurdi les perdonó a todos en una reconciliación pública. No obstante, la noticia llegó hasta el tribunal del Santo Oficio en Logroño y se decidió enviar a dos inquisidores (Juan del Valle Alvarado y Alonso de Becerra) para informar de la situación. En pocos días consiguieron que cuatros mujeres confesasen ser brujas y las enviaron a Logroño (el viaje duró cuatro meses en unas condiciones climatológicas muy duras). Al no saber nada de ellas, seis parientes viajaron a Logroño para abogar por la inocencia de estas mujeres. Ellos también fueron apresados y obligados a confesar bajo tortura su supuesta pertenencia a una secta de brujos. Todos ellos confesaron ser brujos y brujas porque así creían que podrían salir de prisión y volver a sus casas.
A medida que el caso iba creciendo, se pidió permiso al Consejo de la Suprema Inquisición de Madrid para comenzar un proceso en Zugarramurdi. Entre 1609 y 1610 se trasladaron a Logroño a 32 personas más acusadas de practicar la brujería, aunque en estos años de recabar información, Alvarado llegó a obtener más de trescientas denuncias por delitos de brujería.
Eran tantos los acusados de brujería que el 7 de noviembre de 1610 se realizó un Auto de Fe en Logroño. Había tantas acusaciones, confesiones y sentencias que no fue hasta el día siguiente cuando los prisioneros fueron entregados a la justicia y se ejecutaron las condenas: 11 de los acusados fueron quemados en la hoguera (6 vivos y 5 en efigie, es decir, como habían muerto en prisión se hizo un monigote y con los huesos del fallecido dentro los quemaron).
A partir de 1611 se desata el miedo en esta zona y el tercer miembro del Tribunal de Logroño (Alonso de Salazar, quien no creía en la brujería) recorre la zona con los Edictos de Gracia y de Silencio, es decir, todo aquel brujo que confesase sus pecados sería perdonado sin consecuencias.
Tras un año recorriendo Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, Salazar volvió a Logroño con 1.802 confesiones de brujería, de las cuales 1.384 pertenecían a niños, y con 5.000 inculpaciones de terceras personas. Decidió elaborar un memorial de 11.000 páginas en las que, a falta de verdaderas pruebas que demostrasen la existencia de la brujería, solicitaba el perdón y el olvido de estas personas.
Después de una agria discusión entre los miembros del Tribunal de Logroño, el Inquisidor General (Bernardo de Sandoval y Rojas) dio la razón a Salazar y perdonó a los 5.000 inculpados. El mayor y último proceso de la historia de la Inquisición española llega a su fin, convirtiendo a Zugarramurdi en un símbolo: "el pueblo de las brujas".
Vídeo: Las brujas de Zugarramurdi
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